domingo, 12 de octubre de 2014

Francisco de Goya. Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago

Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y a sus discípulos. 1768. Francisco de Goya
Óleo sobre lienzo. Medidas: 79 cm x 55 cm.
Colección privada

Veneramos hoy la Santa María del Pilar, quien acudió a Zaragoza a confortar al apóstol Santiago. Hemos escogido una obra de Goya que representa este momento que tuvo lugar a orillas del Ebro, en la Cesaragusta romana.

La obra fue dada a conocer por José Gudiol en 1970. Procede de los fondos pictóricos de Juan Martín de Goycoechea y Galarza. Llegó a su actual emplazamiento —la colección Pascual de Quinto en Zaragoza— a través de herencias y enlaces familiares.

Es la pareja de la llamada Triple generación y posee rasgos estilísticos muy comunes a La adoración del nombre de Dios (Coreto de la Basílica del Pilar), así como al Bautismo de Cristo y el Retrato de Juan-Martín de Goycoechea.

En el Oficio de Lecturas, leemos el siguiente elogio de la Virgen del Pilar:

Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo y permanente de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, vienen a rezar a la Virgen y a venerar su Pilar.

La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles: difícilmente podrá encontrarse en el amplio territorio patrio un pueblo que no guarde con amor la pequeña imagen sobre la santa columna. Muchas instituciones la veneran también como patrona.

Muy por encima de milagros espectaculares, de manifestaciones clamorosas y de organizaciones masivas, la Virgen del Pilar es invocada como refugio de pecadores, consoladora de los afligidos, madre de España. Su quehacer es, sobre todo, espiritual. Y su basílica, en Zaragoza, es un lugar privilegiado de oración, donde sopla con fuerza el Espíritu.

La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de su continente el día doce de octubre, es decir, el mismo día del Pilar. Como prueba de su devoción a la Virgen, los numerosos mantos que cubren la sagrada imagen y las banderas que hacen guardia de honor a la Señora ante su santa capilla testimonian la vinculación fraterna que Iberoamérica tiene, por el Pilar, con la patria española.

Abierta la basílica durante todo el día, jamás faltan fieles que llegan al Pilar en busca de reconciliación, gracia y diálogo con Dios.

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