miércoles, 15 de octubre de 2014

Alonso Cano. Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús

Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús. 1629. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 99 cm x 43 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Celebramos con gran gozo la fiesta de santa Teresa de Jesús, cuyo quinto centenario del nacimiento se celebrará el año próximo. Hemos escogido uno de los dos lienzos de Alonso Cano, junto con la Aparición de Cristo Salvador a santa Teresa de Jesús, que representan dos aspectos de la personalidad de la santa. Uno de ellos alude a su actividad como escritora, lo que a su vez se relaciona con su condición de fundadora, y le valió el título de Doctora de la Iglesia (1970). La vemos sentada ante una mesa en la que hay un libro y un tintero, en actitud de escribir, mientras recibe la inspiración de la imagen de Cristo crucificado.

De su relación con Dios a través de la Sacratísima Humanidad de Jesús, escribió la santa en el capítulo 22 del Libro de su Vida, el texto que leemos hoy en el Oficio de Vigilias, y que dice así:

Con tan buen amigo presente —nuestro Señor Jesucristo—, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. El ayuda y da esfuerzo, nunca falla, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. El lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado.

¿Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco, san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.

Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios; si su Majestad nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena gana.

Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque, si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos` muy en breve y muy sin trabajo.

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