martes, 27 de mayo de 2014

Zurbarán. El Salvador bendiciendo.

El Salvador bendiciendo. 1638. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 100cm x 72cm.
Museo del Prado. Madrid.

Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.

Los últimos días de Pascua suenan a despedida en la Liturgia. El Señor, después de la Resurrección, dejó a sus discípulos. Los dejó, pero no nos abandonó, pues nos dejó su Espíritu Santo. Pero, desde entonces, su sacratísima humanidad no nos ha acompañado físicamente, como lo hizo en Israel durante aquellos treinta y tres años. Su bendición, con todo, guía y orienta a la Iglesia en su camino a través de la historia.

Esto es lo que quiso mostrar Zurbarán en la obra que hoy contemplamos. Cristo bendice el mundo, sobre el que se paso su mano, sujetando la Cruz que, como signo de triunfo, se levanta sobre el globo terrestre. Se trata de una obra de devoción, que muestra la confianza creyentes en el Señor, que nos ha prometido no dejarnos solos. Me parece una magnífica expresión de la fe cristiana.

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